Aunque podría haber sido sólo un concierto (un gran concierto) recopilatorio de canciones de diferentes épocas (pero, sobre todo, de los años setenta y ochenta), El Intérprete se ha concebido, finalmente y con buen criterio, dando un paso más allá; agrandando el contexto y el personaje, construyendo un melancólico relato teatral alrededor de la inconmensurable figura de su protagonista: Asier Etxeandia. Partiendo de la excusa del niño diferente que, desde la intimidad de su habitación, sufre, sueña y canta por sus amigos invisibles (el público), la obra es una verdadera fiesta donde la energía inagotable del maestro de ceremonias termina para contagiarse y levantar bailando la platea al completo. Los personales números musicales que lleva a cabo este artista poliédrico juegan con la provocación y la nostalgia, la necesidad de ilusionarse y de disfrutar la vida misma. Sutil, atrevido, salvaje, presumido, juguetón, travieso, inocente o sexual, según convenga, no sólo canta; también hay espacio para las reflexiones escritas por Álvaro Tato que dan el toque de profundidad que es el envoltorio perfecto para convertir este show en un viaje emocional auténticamente valioso, único e imprescindible.
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