A pesar de ciertos prejuicios que se puedan tener, una obra escrita por dos monologuistas no tendría que ser, en principio, un producto de poca calidad por lo que respecta a su dramaturgia. Si se trata, como es el caso, de dos grandes cómicos de stand-up, de gran talento y que escriben habitualmente sus propios textos, de hecho, tendría que ser garantía de buenos chistes, aunque estén fuera de registro. Desgraciadamente, a juzgar por el resultado, algo ha fallado en el proceso de creación de El gran favor. Por alguna razón, Carolina Noriega y Mauro Muñiz de Urquiza no han sido capaces de trasladar su gran capacidad humorística a una historia de contexto narrativo convencional. El punto de partida tampoco era especialmente original pero, como mínimo, podía haber generado un cierto interés si la historia no estuviera mal estructurada, las situaciones no fueran totalmente inverosímiles y los personajes no se pasaran sin objetivo definido la mitad del espectáculo. Por este motivo, la solvencia del actor José Luis Gil (que, por otro lado, nos ofrece lo de siempre) está totalmente desaprovechada, así como la buena química con el mismo Muñiz de Urquiza, que co-protagoniza el montaje. Las situaciones son tan forzadas y los diálogos tan pobremente construidos que sólo funcionan a base de incorporar bufonadas y gags visuales tan tópicos como repetitivos. De hecho, el tono, en general, resulta anticuado (bromas machistas, sexuales, homófobas, etc.) y, lo que es peor, poco ingenioso y nada sorprendente. Es cierto que una parte del público ríe de lo lindo con todo ello, cosa que hace pensar si lo hacen de verdad o por inercia. Y es que, por lo que de vez en cuando nos llega a nuestros escenarios, se podría llegar a dudar si ciertas comedias de verdad pretenden ser divertidas o se conforman al parecerlo. Seguramente, en términos comerciales y por desgracia, con la segunda opción es suficiente.
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