Cantar para evitar que te estalle la cabeza. Esta es la premisa con que tienen que convivir los carismáticos personajes de este universo distópico, hipster, fulgurante y colorido que es El gran despropòsit. Escrito y dirigido por Raquel Loscos y Salvador S. Sánchez, se trata de una original mezcla de espectáculo de gags, parodia musica, sátira política y homenaje a los temas clásicos de la ciencia-ficción. Con acierto, se nos presenta la vida cotidiana, los problemas y anhelos de un grupo de supervivientes que trata de continuar adelante al extrarradio de una gran ciudad. Los paralelismos con la situación socioeconómica actual, la necesidad impuesta de ser felices en este entorno hostil y sin horizonte, la depresión, el caos y la locura son los elementos más interesantes de esta propuesta que, a pesar de cantada (justificadamente) peor, aporta mucho más contenido crítico que la mayoría de musicales. En medio de este mundo absurdo y acelerado, parecen querer decirnos, la única esperanza que nos queda es el amor y la amistad. Es por este motivo que se echa de menos más desarrollo en las tramas individuales de sus fascinantes protagonistas en vez de dedicar tanto de tiempos a explicar los motivos por los cuales la sociedad ha acabado en esta situación. Es cierto que, entonces, se tendría que renunciar a grandes momentos como la divertidísima escena de los científicos pero, al menos, al final, no nos quedaríamos con ganas de más. Aún así, la obra es un compendio ejemplar de buenas ideas (visuales, narrativas y de dirección), grandes números y canciones como Oficina laboral tabla-nuclear o Carabina sexual, y tramas inolvidables como la historia de amor entre Mine-Jack (anti-héroe para la posteridad) y Kinder, el maestro innovador.
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