En estas fechas, podemos encontrar dos tipos de espectáculos de ambientación navideña: los que idealizan los valores de esta celebración y los que lo utilizan para retratar los mecanismos más evidentes de la hipocresía humana. Mucho más cerca de pertenecer a las de este segundo grupo, El Esperanza es una obra que, a pesar de su pesimismo, no renuncia a llenar de amor la historia que nos cuenta. Escrita y dirigida por Quique Culebras, el montaje nos viene a decir que amar es algo mucho más complicado de lo que parece; que, en ocasiones, la falta de comunicación malhiere de muerte el vínculo afectivo; que el miedo puede ser más fuerte que la verdad. El espectáculo tiene como puntos más destacables un texto bien estructurado y realista que, a pesar de ciertos giros un poco forzados, funciona muy bien, y un par de actores creíbles, cercanos, naturales y con una química espectacular. Los niveles de intimidad con los que juegan (incluso, hacen que el público les acompañae al dormitorio) son muy interesantes y, emocionalmente, acercan al máximo la propuesta. Pero, sobre todo, se agradece su ánimo para dotar de matices el conflicto, hacerlo real y, en definitiva, humanizarlo lejos del maniqueísmo habitual de los productos típicos de estas fiestas.
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