Allá por el 1993, el actor y director norteamericano Harold Ramis dirigió una de las comedias de la década: Groundhog Day, que aquí se titularía Atrapado en el tiempo y que estaba protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowell. La historia del meteorólogo creído y mezquino que repite una y otra vez el mismo día, como si estuviera en un bucle temporal, acabaría siendo una de las comedias románticas más originales de la temporada. El musical de Tim Minchin, estrenado en Londres el 2016, explota muy bien todos los mecanismos que hacen de esta antigua película una divertidísima historia. Los equívocos, las repeticiones, las correcciones… todo contribuye a una trama frenética que no da respiro y que en el teatro permite disfrutar, además, de todo el rocambolesco artefacto que contribuye a la magia. En cuanto al apartado musical, que en la adaptación resulta a ratos un poco forzado, encontramos ritmos que van desde el rock al soul, pasando inevitablemente por el country u otros ritmos propiamente norteamericanos.
Nostromo Live afronta la adaptación al catalán de un exitoso musical foráneo. Es la primera vez que lo prueban, y lo cierto es que el resultado ha acabado teniendo muy buena factura. La escenografía, las proyecciones, el vestuario y la banda en directo acaban de dar el envoltorio perfecto para que destaquen los actores. En este sentido, hay que destacar a Roc Bernardí (el primer Aladdin del musical que triunfa a Madrid) en el difícil y esforzado papel de Phil Connors. Su comicidad, unida a su probada calidad como cantante, hacen que sustente el musical desde casi la primera escena hasta la última. Lo acompaña, con la misma efectividad, la ya muy conocida Diana Roig (La tienda de los horrores, Cantando bajo la lluvia, Ânima).
La única pega que podríamos encontrarle al espectáculo es quizás la misma que podemos encontrar en muchos de los musicales que se estrenan en nuestros teatros y salas. Y es que el tema de la sonorización todavía es un tema pendiente. No puede ser que tengan que pasar dos o tres canciones hasta que se entienda mínimamente a los cantantes. No es normal que los volúmenes estén mal ajustados, y menos que algunos actores aparezcan en escena con el micro apagado. Sé que en otros países esto no se entendería, pero desgraciadamente aquí nos hemos acabado acostumbrando. Supongo que algún día alguien tendrá que ponerle remedio.