No tuve la oportunidad de ver este musical en su estancia en el Teatro Gaudí, pero una de las cosas que he pensado después de ver el reestreno en el Teatro Victoria es que estaba viendo un gran musical. La producción que he visto ha sido perfectamente adaptada al nuevo espacio escénico y, a pesar de lo que he dicho al principio, mi sensación es que el musical se ha hecho mayor y que, esto, ha sido gracias a un exhaustivo trabajo que ha hecho la compañía.
Se trata de un musical muy bien trabajado: los intérpretes cantan muy bien y, aunque no todas las interpretaciones me han convencido de la misma manera, la energía, las ganas y la ilusión que desprenden hará que entres en seguida en la historia y que las más de 2 horas de duración pasen sin mirar el reloj. Pienso que el hecho de llevar un musical como éste en nuestro país es muy buena idea y que, a pesar de que el contexto de la historia nos sitúe finales de siglo XIX y que algunas reflexiones nos queden lejos, puede conectar perfectamente con los adolescentes (y con quienes ya no lo son): los miedos, la incertidumbre, el despertar sexual o la búsqueda de respuestas. El movimiento y la coreografía para mí fueron exquisitos: el modo de jugar e integrar a la escenografía en los movimientos está muy acertada y el baile muy bien coordinado. Por poner un ‘pero’ a la recomendación, tal vez eché en falta un poco más de fuerza en alguno de los momentos más top … pero en conjunto son pequeños detalles que, en lo global, se quedan en nada.
Da gusto ir al teatro y disfrutar de un trabajo efectuado por todo un equipo que tiene ganas de hacer las cosas y de hacerlas bien, que tiene ganas de aportar algo diferente y que disfruta haciéndolo y , esto, se transmite y cómo no la magia llega al público.