El despertar de la primavera es uno de los musicales que toda persona amante de este género debe conocer. Basado en la tragedia teatral Frühlings Erwachen de Frank Wedekind (1891), fue adaptada como musical en Broadway bajo el título de Spring Awakening (2006). El éxito de crítica y público fue instantáneo, y catapultó sus dos protagonistas a la fama: Lea Michele (Glee, Scream Queens) y Jonathan Groff (Hamilton). De entrada, por tanto, ya recomendamos la obra por su importancia dentro de la historia del teatro musical contemporáneo.
Debemos avisar, sin embargo, que el título nos puede conducir a generar falsas expectativas: el despertar de la primavera nos puede sugerir imágenes bucólicas de niños corriendo y saltando alegremente por prados verdes y floridos. O historias de enamorados felices rodeados de nubes de algodón. No, la cosa no va por ahí. Aunque no explicaremos el argumento para no hacer spoilers, sí podemos decir genéricamente que trata sobre el descubrimiento del sexo en la adolescencia, en un momento (1891) en que era un tabú social y en una sociedad opresiva que atenazaba el individuo.
Es, pues, un musical diferente, en el que no todo es bonito y con alguna escena no apta para menores de edad. Un musical que trata el público como un adulto y no infantiliza ni banaliza su contenido para gustar: no tiene temas de amor, no tiene bromas ni tramas ligeras, por no tener no tiene prácticamente decorados. Una historia cruda y áspera, y que nos pone un espejo que refleja que cuando no se puede hablar de las cosas, la situación acaba siempre petando por algún sitio.
Su gran fortaleza, además de una trama emocionalmente intensa, es precisamente la ejecución de la obra: desde los actores (jóvenes, enérgicos y con talento; complementados con dos veteranos de los escenarios catalanes, Mingo Ràfols y Roser Batalla) a las piezas musicales (roqueras, electrificants, vivas), pasando por la magistral coreografía de Ariadna Peya. Calidad en estado puro: el público derecho al final de la obra lo certifica.