Esta obra de La Zaranda transita entre el mundo del bufón, del esperpento y el relato crepuscular para contarnos la historia de un cabaret en decadencia. Sus trabajadores sobreviven como pueden en este templo del fracaso que hace tiempo dejó de recibir público.
Compartimos su cotidianidad, dónde los seis integrantes del cabaret pasan el tiempo como pueden. Recuerdan antiguos números sobre el escenario, comparten monólogos que hablan sobre temas como el olvido o el fracaso, y en definitiva, se despiden de un mundo al que hace tiempo dejaron de interesar.
¿Qué pasa cuando el espectáculo llega a su final? ¿Qué queda de la vida sin cultura? ¿Es necesario contar con un público para actuar? Lo frívolo se vuelve trágico y lo divertido pasa a ser patético cuando estas reglas cambian. Debemos trasladar estas preguntas del mundo escénico al mundo cotidiano, tal y como recalca la compañía con su peculiar forma de despedirse.
Aunque la ambientación y la construcción de los personajes mantengan el interés del espectador es cierto que en ciertos momentos no termina de arrancar. Algunas partes se vuelven repetitivas y la progresión sufre altos y bajos a lo largo de la obra. Tal es la desidia de estos personajes hacia la vida que el sentimiento puede llegar a contagiar la zona de butacas. Sea como sea, es un tierno relato sobre unos seres patéticos que luchan por un lugar que hace tiempo que perdieron.