Elogio de la decrepitud

El desguace de las musas

El desguace de las musas
16/03/2019

Nadie puede negar que La Zaranda es uno de aquellos grupos teatrales que tienen una forma de hacer y de entender el teatro absolutamente únicas. Sus montajes viven del esperpento, del teatro popular y de la cultura andaluza, a pesar de que también se dejan ver influencias del teatro europeo de Tadeusz Kantor y de otros muchos. En los últimos años han hablado en sus obras de la vejez, de los sin techo… y ahora tocaba el turno a hablar del teatro, pero con unos personajes igual de heridos y desamparados. El desguace de las musas retrata los últimos momentos de una compañía de varietés patética y acabada, a pesar de que la mayoría de espectadores habituales del grupo saben que detrás de las lentejuelas y las plumas polvorientas se esconde un mensaje mucho más universal. Cada cual sacará sus propias conclusiones, pero está claro que la reflexión sobre los perdedores y sobre el fracaso puede utilizarse para cuestiones muy diversas.

El problema del montaje, que tiene el mismo mérito que otros muchos de la compañía, es que se estanca al poco de iniciarse y no acaba de conectar del todo hasta la parte final. Las repeticiones tan propias de los textos de Eusebio Calonge acaban perdiendo el sentido, y la utilización de algunos tópicos resulta innecesaria. Eso sí, la composición de personajes está tan trabajada como siempre y la habilidad de los actores de La Zaranda, a los que se añade Gabino Diego, resulta igualmente portentosa.

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