Esta no es una obra más de Denise Duncan, una autora que forma parte del colectivo Tinta Negra para la defensa de la diversidad racial en la escena y que es autora de obras como Negrata de merda. Cuando uno entra al teatro ya se da cuenta de que es una obra ambiciosa, al menos formalmente. Después, una vez empezado el periplo vital del boxeador Jack Johnson, ya vemos que también es ambiciosa desde el punto de vista estructural y conceptual. El gran combate nos habla de racismo, pero también de libertad y de saber encontrar tu lugar en el mundo. Y lo hace a través de la vida de Johnson, que causó varios escándalos en los Estados Unidos de principios del siglo XX y que -como curiosidad, y como excusa para el espectáculo- estuvo viviendo unos años en Barcelona. Se hubieran podido encontrar otros personajes para hablar de lo mismo, pero está claro que el boxeo funciona como metáfora potente y definitiva.
Lo que llama más la atención del show (creo que es una buena forma de definirlo) es que en unos cuántos minutos, y con solo cinco actores, nos ubicamos en un montón de espacios y conocemos muchos personajes. Pasamos del ring al cabaré, y saltamos de Barcelona a ciudades americanas como quien no quiere la cosa. No es fácil coger el ritmo de un artefacto así, y es cierto que al principio nos encontramos con una energía más baja que la que tendremos al final. Yolanda Sikara y Queralt Albinyana son las principales impulsoras del ritmo, con sus ganas y su empuje. Armando Buika, Àlex Brendemhül y Andrea Ros son los encargados de los personajes principales, que defienden con bastante convicción.
En definitiva, un espectáculo muy bien producido y con una clara vocación reivindicativa. Quizás a momentos se pierde por querer seguir con demasiado detalle la vida de Johnson y de su mujer, pero está claro que la dirección de Duncan lo resuelve con acierto.