Una cartografía de vida y sentimientos

El cartógrafo

El cartógrafo
07/07/2019

Junto a un drama personal que no se ha podido evitar y del cual los protagonistas no se pueden desprender, la obra nos presenta una historia imaginaria en un escenario real: el gueto de Varsovia.

El paso del tiempo lo va borrando todo incluso la memoria, los hechos se van superponiendo a cada época y ni la más estremecedora historia de horror y de monstruosidad perdura en el tiempo. Y es que nos da vergüenza pertenecer al siglo en el que ocurrieron estos hechos, nos da vergüenza pertenecer a la humanidad que es capaz de realizar tan atroces acciones y nos da vergüenza poder a llegar sentir indiferencia.

El actor y la actriz protagonistas, que se van moviendo entre el gueto y el momento actual pasando por las diferentes edades de los personajes ficticios, se avergüenzan en un momento determinado de representar una historia tan cruda y paran la función explicando que durante los ensayos se plantearon si ellos tenían derecho a representar esta historia. Sentían esta turbación, este pudor y este respeto por las personas que lo vivieron y murieron allí. Deciden no representarlo sino, sencillamente, describirlo. Es el momento más emotivo y conmovedor de toda la obra. Este contacto de la historia con la realidad actual lleva a dos magníficos actores a salir del escenario para hacer una descripción histórica pero detallada, sin sentimientos ni emociones porque no pueden resistir y les repugna minimizar o frivolizar en un escenario un drama que no han vivido pero que les pertenece.

Esta actriz y este actor son Blanca Portillo y José Luis Garcia-Pérez, versátiles y polifacéticos, representan diferentes personajes y diferentes años. Con los saltos en el tiempo, los pequeños detalles de vestuario y cambios de registro y posición nos llevan rápidamente a la escena que quieren describir.

Juan Mayorga ha escrito y dirigido un texto muy bien trabado. Entrelaza las diferentes historias, personajes y épocas con una sorprendente agilidad.

A Alejandro Andújar le debemos la escenografía y el vestuario. Todo es rojo, el vestuario, el mobiliario y todos los detalles de la escenografía. Es el color de la sangre y de la vergüenza.

Gracias Juan Mayorga, gracias Blanca Portillo, gracias José Luis Garcia-Pérez i todos los que han intervenido en esta obra que nos ha conmovido profundamente.

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