Este acertado texto de Eu Manzanares realiza una radiografía del pensamiento positivo más tóxico al servicio del capitalismo: Lucha por tus sueños, consume al máximo en el camino, y si no lo consigues, es que no te esforzaste lo suficiente. ¿Estás triste? ¡Cambia de perspectiva! Todo está en tu mano, y solo en la tuya. Aislar al individuo, hacerle culpable de todo, eliminar todos los factores contextuales y desactivar el colectivo hacen del mundo un campo donde el capitalismo pueda pastar a sus anchas. Mr. Wonderful ha ganado. ¿Qué nos queda ahora?
Con fuertes dosis de comedia y pequeños guiños de drama, Dopaland es sobre todo una inteligente crítica social. El personaje interpretado por Anna Castells lanza mensajes llenos de violencia individualista disfrazadas de empatía y autocuidado a un animador infantil vestido de Panda, Felipe Cabezas, que ha hecho algo horrible en el trabajo, aunque no sabemos qué. La información se va entregando en pequeñas dosis, lo que nos regala varios giros interesantes que mantienen nuestra atención a lo largo de toda la pieza. El último giro puede parecer algo forzado, aunque casa bien para las motivaciones de los personajes. Además, la dirección de Sergi Pompermayer logra retratar este mundo de máscaras donde forma y contenido no tienen el mismo significado. Transitando de un tono acogedor y empático a la soledad más violenta.
En definitiva, Dopaland es una preciosa joya teatral capaz de hacernos reír, reflexionar y enseñarnos a identificar la manipulación capitalista disfrazada de osito amoroso.