Con todas las entradas agotadas antes del estreno, parece obvio que la imagen de Manrique con unas bragas en la boca es muy capaz de llenar plateas. Pero, desgraciadamente, me temo que nuestro querido Julio no acaba de encontrar el tono en su interpretación del inmortal Don Juan.
No es puede decir tampoco que la obra de Molière ayude mucho. Con una premisa francamente antigua (basada en la dicotomía fe=moral, ateísmo=immoral), el texto se enzarza constantemente en disquisiciones de cariz ético que no permiten hacer brillar la parte más canalla de Don Juan, aquella donde quizás Manrique se sentiría más cómodo.
Así las cosas, los mejores momentos de la obra son los protagonizados por Manel Sans, Javier Beltrán, Nausicaa Bonnín o Anna Azcona, que nos regalan unas magníficas interpretaciones cargadas de la fuerza y el magnetismo que echamos de menos en otros momentos.
Con una puesta en escena que parece sacada de una película de Kubrick y un sugerente final onírico (a pesar de su agónico desarrollo) si sois de los que os habéis quedado sin entradas para este Don Joan os aseguro que podéis dormir tranquilos.