Estamos ante un nuevo ejemplo de teatro testimonial, pero en este caso envuelto de estética cabaretera, transformismo y canciones de Rafaella Carra y Olga Guillot. Y es que aquí la historia que se nos explica es la del mismo protagonista, Adolfo Álvarez, que empezó como bailarín en Venezuela, llegó becado a Barcelona para trabajar en varias compañías de contemporáneo y acabó fundando la formación Chicos Mambo, hasta que pocos años más tarde una retinitis vírica lo dejó prácticamente ciego y lo apartó durante mucho tiempo del mundo del espectáculo. Una historia de superación, por lo tanto, que Álvarez explica con crudeza, nostalgia y mucho sentido del humor. Quizás teatralmente se pueden encontrar muchas carencias y bastantes desajustes, pero el testimonio engancha desde el primer momento y la lección de vida del protagonista convence a cualquiera. De hecho, durante una hora y media lo vemos bailar, cantar y moverse por el escenario como pez en el agua. No será un gran espectáculo de cabaret, pero sí es la constatación de que nada puede parar a un artista de raza… por más dificultades y pruebas que le acabe poniendo la vida.
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