Daniel Anglès ha querido celebrar sus 30 años de profesión, y lo ha hecho con un concierto sorprendente y muy pensado. De hecho, ha centrado el recital en el amor, sobre todo el que siente hacia el teatro y hacia el público que lo ha seguido todo este tiempo. Un amor incondicional, gestado hace ya muchos años… cuando descubrió Mar i Cel y tuvo claro que aquello era lo que quería hacer. O cuando veía y volvía a ver el musical Memory, de Àngels Gonyalons, que le sirvió para empezar a conocer un género tan extenso y tan prolífico. De aquellos primeros años, y del debut profesional con Pinocho, ha recuperado canciones que tenía ya casi olvidadas del repertorio. Pero el concierto se ha nutrido especialmente de aquellos temas y aquellos musicales que han tenido un significado especial para él a lo largo de los años.
El concierto se ha iniciado con un Anglès transformado y travestido que nos ha acercado a Hedwig and the Angry Inch, para pasar después a recordar con Marc Sambola el disco que hicieron sobre Rocío Jurado, o bien para cantar un dúo de Wicked junto con Sharonne. Después de deshacerse de la máscara, como él mismo ha dicho, ha tenido un recuerdo para Rent (dúo con Victor Arbelo) e incluso para Notre Dame de Paris con el tema El tiempo de las catedrales. No han faltado guiños a Mar i Cel, con La canción de Osman, a Los miserables, a temas de Barbra Streisand o a Stephen Sondheim, etc. Pero quizás los momentos más inesperados, y también de los más bellos, han estado cuando ha interpretado algunas de sus canciones preferidas… alejadas ya del género: El águila negra, Me cuesta tanto olvidarte (dúo con Mariona Castillo) o Amor particular.
Un concierto que ha evocado los inicios, con Coco Comín, pero también los últimos años dentro de la productora Focus y al frente del Condal. Un concierto que se ha producido en el mismo teatro que lo vio debutar, ahora ya hace 30 años, y que ha servido para demostrar que sigue siendo un magnífico cantante y un gran conocedor del género.