Primero fue la palabra

Dagoll Dagom: Maremar

Dagoll Dagom: Maremar
24/11/2018

El teatro desnudo. Normalmente, cuando compramos entradas para ir a ver un musical, nos imaginamos una orquesta, bailarines, música y tal vez incluso lentejuelas y purpurina. Grandes montajes con cuarenta personas en el escenario, que nos hacen quedar embelesados ​​únicamente con la espectacularidad de la puesta en escena. No es el caso de Maremar, la última creación de Dagoll Dagom. Si la tendencia, en general, es precisamente a abusar de los efectos especiales (pon más luz, más humo, más potencia de sonido, más vestuario …), aquí volvemos al teatro clásico: únicamente con texto, cuerpo y voz. La escenografía: una gran sábana colgado del techo. La orquesta: alguno de los actores que toca la percusión o el violonchelo, pero la mayoría de canciones son a cappella.

El talento puro. La combinación del texto elegido (adaptado de la obra Pericles, Príncipe de Tiro de Shakespeare), la música (creada y adaptada por David Gallén a partir de varias canciones de Lluís Llach) y la danza (creada por Ariadna Peya, autora también de la coreografía de El despertar de la primavera) construyen un producto de una modernidad que parece que haya sido escrito hoy en día. La trama de la historia conecta con el drama actual de los refugiados que viajan (y mueren) por el mar Mediterráneo, así como los dramas que hemos visto últimamente en las fronteras de Estados Unidos con las separaciones forzosas de padres e hijos inmigrantes.

Una voz de ángel. Toda la compañía canta de maravilla (y tiene mucho mérito porque el hecho de que no haya orquesta haría que la más mínima nota desafinada se sintiera), pero hay que destacar la voz y la finura de Elena Tarrats, especialmente emocionante en el inicio de la delicada Corrandes de exilio.

Volver a la esencia del teatro. Si son de los que buscan un musical típico y tópico, tienen actualmente varias propuestas en escena que seguro que no les defraudarán. Ahora bien, les recomiendo que arriesguen y den una oportunidad a Maremar. No encontrarán plumas ni purpurina, pero descubrirán una nueva dimensión en el teatro musical. No se necesitan distracciones: vayan, miren y escuchen. Damos las gracias desde aquí a Dagoll Dagom por haber tenido la valentía de este espectáculo y coger esta dirección artística, porque es así como el teatro catalán avanza hacia el futuro: mirando el pasado y reinterpretandolo de manera magistral.

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