El mar, madre que da y quita la vida

Dagoll Dagom: Maremar

Dagoll Dagom: Maremar
14/10/2018

Maremar es una propuesta íntima y cercana de Dagoll Dagom, diferente de su último montaje (la vistosa pero algo vacía «Scaramouche»). Una apuesta valiente atemperada por elegir un tema al que el público es sensible y receptivo (el drama de los refugiados), con música bien conocida (Llach) y la predisposición del público, ganada a pulso en más de 40 años de trayectoria. Valiente, eso sí, por adaptar una obra de Shakespeare (Pericles, príncipe de Tiro) que no es de las tragedias conocidas ni de las habituales comedias (a pesar de tener los disfraces, identidades escondidas… que tanto me cansan) y donde es fácil perderse con tantos personajes interpretados por los mismos actores con pequeños cambios de vestuario.

Vemos un campo de refugiados donde los engañan, falsas esperanzas de poder encontrar un lugar seguro y libre, olvidar los miedos, de lo que huyen e intentar superar el dolor por el recuerdo de los que se han quedado en el camino. Una joven llora sin consuelo posible, pues no encuentra a sus padres. Para tratar de amortiguar el dolor, le cuentan la historia de Pericles con el mar como protagonista, aventuras, malos, algún amigo y que termina con un final tan feliz como inverosímil.

A mí la puesta en escena me recordaba la estética de La Perla 29, especialmente el reciente Guilgamesh del Grec; con aquel referente en la cabeza, el Poliorama se me hacía pequeño para lo que querían contarnos. Supongo que la mínima escenografía y vestuario, demasiado de teatro amateur, debe ir aparejada a lo poco que pueden encontrar los refugiados que cuentan la historia a la niña pero me recordaba continuamente que estamos viendo una representación más que viviendo una historia.

Lo mejor: magnífico trabajo coreográfico y de movimiento de Ariadna Peya que nos hace ver la fuerza de las olas, la rabia, el miedo, la lucha … de Pericles. Notamos el mar en los movimientos perfectamente sincronizados de los intérpretes. Igualmente, la dirección musical y arreglos de Andreu Gallén son espectaculares y creativos. A mí, poco entusiasta de la música de Llach, me hizo sentir una épica no forzada, con un tratamiento coral a capella diferente del habitual.

Lo menos mejor: la emoción me llegó por las voces, los versos, los sonidos del sufrimiento y la alegría y la coreografía y poco, muy poco, por el texto o las interpretaciones. Y se me hizo larga, sólo quería al final que llegase Pericles a tierra y no pasaba nada si se saltaba alguna isla donde parar.

En resumen: mérito total de conjugar Shakespeare, Llach y los refugiados sin que chirríe sino que se complementen. Público en pie al terminar (menos yo, que no quiere decir nada).

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