Dagoll Dagom celebra con esta obra, ya mítica, los 50 años de su meteórica trayectoria de teatro musical con un final apoteósico.
Es un montaje espectacular. Un gran barco encima del escenario se balancea al ritmo de las olas y se retira discretamente a un lado para dar lugar a la escena de la bodega del barco donde están los cristianos cautivos o bien a la cabina de Said, al sueño de Blanca o a la niñez de Said.
Àngel Guimerà vivió de lleno en el Romanticismo y utilizó los dramas románticos para hacer crítica social o política. Si en Terra Baixa pone de manifiesto el poder del amo-hombre sobre el pastor ignorante y la mujer sometida, si en La Filla del Mar critica el desprecio del pueblo por el inmigrante, el diferente, el que no es de los nuestros, a Mar i Cel pone de manifiesto la injusticia que cometió la Corona Española con la expulsión de los moriscos de la península.
Todas ellas podrían ser de actualidad cuatro siglos después. Éste es el gran mérito de Guimerà, como mérito es de Dagoll Dagom llevar al teatro musical un tema tan impactante y haber escogido un plantel de actores y actrices que ayer nos hicieron soñar, emocionar, llorar y desear que no se terminara.
La pareja protagonista, Blanca (Alexia Pascual) y Said (Jordi Garreta ) cumplen con excelencia las expectativas.
Los piratas fueron especialmente escogidos entre acróbatas experimentados para saltar utilizando los cabos y pasar de un lado a otro del barco e ir a parar a las cofas. Es un trabajo muy bien documentado porque tanto la jarcia que ata el mástil de las velas como la que rompe las velas con la cubierta son utilizadas en muchas escenas para dar vida, vitalidad y movimiento a unos piratas resentidos y con ganas de venganza. Es un espectáculo circense elegante, potente, con la fuerza necesaria para demostrar el poder de unas personas expulsadas de su casa y convertidas en corsarios. Todos ellos magníficos tanto en el trabajo físico como en la voz de los coros.
En el espectáculo hay tantos personajes que muchos de ellos deben desdoblarse sin que se note ninguna inseguridad ni incomodidad por parte de los actores/actrices. Todos ellos sabemos que tienen una gran experiencia actoral aunque el papel no se lo permite demostrar. No puedo dejar de destacar a Eloi Gómez, que de chico rebelde contra el poder y la injusticia que vimos en la La alegría que pasa, es ahora el futuro marido de Blanca, defraudado, triste y que llora su pérdida. Su pena era tan real que muchos lloramos con él.
No puedo olvidarme de la orquesta en el foso dirigida magistralmente por Sergi Cuenca a quien todo el mundo aplaudió con entusiasmo. Una maravilla teatral que nadie puede perderse