A estas alturas, encontrarnos con una obra compuesta por tres piezas escritas por diferentes autores con un elemento de partida común ya no es original ni sorprendente. Sin embargo, lo que no es tan habitual es que las tres, como sucede en Caiguda lliure (Caída libre), formen una unidad tan acertadamente homogénea. Escritas y dirigidas por Marta Solé, Marc Guevara y Jordi Centellas (ideólogo también de todo el concepto), las tres escenas comparten una atmósfera extraña y angustiosa, unos personajes desesperanzados y un recorrido emocional que es toda una espiral de dolor, como dice el título, en “caída libre”. Como único nexo común, comparten un suceso: un cuerpo que se precipita por el patio de luces de un edificio. En este tríptico turbio y pesimista no hay desniveles de ritmo, tono, calidad ni interés entre las historias como suele ocurrir con otras propuestas similares. Además, todos los actores y actrices del reparto llevan a cabo un trabajo espléndido y la cronología de los hechos (de unos fragmentos hacia los otros) está construida con inteligencia. Incluso el final de la última pieza (y su pequeño vestigio de aparente optimismo) sirve como cierre del recorrido global de todo el espectáculo que, en cualquier caso, no deja de ser un experimento muy bien resuelto.
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