Las mentiras de la memoria

Cúbit

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10/11/2019

Dos hijos vuelven a la casa familiar donde vive su madre. Para su sorpresa y shock se encuentran a un joven, viejo conocido, instalado allí para ayudar a la madre en un proyecto editorial. Se nota la tensión y se mastica el conflicto desde el primer momento. Los tres jóvenes se buscan, se encuentran, se rehúyen… marcados por recuerdos del pasado.

Es una obra de una gran violencia, no por lo que vemos o se dice sino porque aquello es un polvorín y todos están a punto de encender la mecha. Y todos saben que el mínimo gesto, una mala respuesta, provocará una batalla que reabrirá heridas aparentemente cicatrizadas y donde se cuestionará la verdad oficial de sus vidas. Y aún así, no dejan de retarse. El pasado siempre nos atrapa, pero ¿qué pasado llama a la puerta? ¿Recordamos lo que nos han dicho que pasó? ¿Lo que hemos querido creer que sucedió? ¿Nos podemos fiar de nuestros recuerdos? Tema fascinante: la memoria creativa, la desubicada, la implantada… Al fin y al cabo, somos el resultado de los recuerdos. Actuamos, sentimos, pensamos sobre la base de toda nuestra trayectoria. Si nos eliminan un recuerdo, ¿seríamos los mismos? ¿Y si nos lo cambian? ¿Qué pasa cuando descubrimos que aquel hecho que nos marcó, no pasó exactamente como creemos? ¿Cuántas mentiras aceptamos para facilitar la convivencia?

A este gran texto de Pau Miró le acompaña una muy creativa escenografía que nos permite ver lo que pasa dentro y fuera de la casa en momentos simultáneos. Así, escuchamos una conversación y la de quienes la miran de lejos y deducen de qué hablan aquellos. Y esta intuición pasa a ser su verdad y se actúa en consecuencia. Fascinante.

Y como siempre con La Ruta 40, grandes interpretaciones de Alberto Dïaz, Albert Prat y Sergi Torrecilla, acompañados por una magnífica Anna Azcona, todos ellos transmiten el miedo, la tensión latente, sus dos caras y el daño que pueden hacer.

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