Como muchos de vosotros, la primera vez que vi actuar a María Galiana fue en la película Solas. Entonces me sorprendió su impecable forma de transmitir con naturalidad las diferentes emociones del personaje, consiguiendo así una gran proximidad hacia el espectador a partir de una interpretación basada en la sencillez. Aunque los años han pasado, la actriz no ha perdido su talante característico y, en esta ocasión, vuelve a recuperar el rol de madre, aunque ofreciéndonos un personaje tierno, próximo y por el que sólo podemos sentir empatía. Así, en el escenario no nos encontramos com una actriz de casi ochenta años, sino que realmente hay una madre hablando con su hijo. En este sentido, la química que se establece entre ambos actores es innegable, aunque la interpretación de Echanove, que es muy correcta, opta por una expresividad mucho más marcada y forzada, pero que encaja perfectamente con la de Galiana . Además, el actor también se encarga de la dirección de la obra, optando por una puesta en escena convencional, sin estridencias y del todo clásica. De hecho, cede todo el protagonismo a los actores y al texto, siendo correcto todo el tiempo.
La obra presenta un texto para todo tipo de públicos, el cual resulta fácil de digerir, pero conteniendo a la vez sustancia. Así, estas conversaciones provocarán la risa, pero también harán aflorar sentimientos de ternura y, como no, la parte dramática, haciendo una disección de un tema tan universal como es el amor maternal en donde, incluso, el personaje de Galiana no tendría nombre para simbolizarlo. Por otra parte, cabe destacar la escenografía de diseño moderno y sugerente, que contrasta con el clasicismo de la puesta en escena, complementándose y acercando la obra a nuestros tiempos. De hecho, la obra juega en general entre estas dos dimensiones, así como entre la comedia y el drama, aunque ofreciendo una función entrañable y divertida.