Llegadas en cierta edad, hay actrices a las que resulta un placer el solo hecho de verlas subir, una vez más, a un escenario, independientemente de la obra que estén representando. Este es el caso de Concha Velasco que, con ya más de 80 años, lleva décadas acumulando el cariño de su público con emblemáticos trabajos en teatro, cine y televisión. En esta ocasión, la excusa para compartir un rato con ella es El funeral, una comedia escrita y dirigida por su propio hijo, Manuel M. Velasco, hecha y pensada a medida de la protagonista. Aparentemente, la propuesta sirve para que Velasco se ría un poco de ella misma pero también para hacerla disfrutar de un montaje ligero, simpático y que le da la oportunidad de improvisar o dirigirse directamente a los espectadores asistentes. No obstante, más allá de ser un muy merecido patio de juegos para la protagonista, el texto tiene una gracia escasa y muy poco ingenio, el argumento es pobre y nada acaba de tener demasiado sentido. Pero el caso es que Velasco se muestra cómoda en esta circunstancia, se divierte y transmite una felicidad contagiosa a la que resulta difícil resistirse. Quizás se trata de un espectáculo solo para los muy incondicionales de la eterna chica yeyé pero nadie puede negar que su carisma y, sobre todo, su ternura brillan todavía con luz propia.
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