Es importante que, en el mundo del teatro, como en cualquier ámbito artístico, se hagan propuestas arriesgadas y experimentales que investiguen nuevas posibilidades de la disciplina escénica. Esto, no obstante, no quiere decir que cualquier espectáculo que investigue estos nuevos caminos posibles obtenga siempre buenos resultados. En el caso de Concert by a band facing the wrong way, por ejemplo, nos encontramos a una compañía que construye un peculiar pequeño universo, con una energía muy atípica (y entregada) pero también uno producto, desgraciadamente, del todo fallido. Cada secuencia que inician, sea tocando canciones estridentes, arrastrándose por el suelo, levantándose los unos a los otros o cantando a cappella, puede llamar la curiosidad del público durante, como máximo, cinco minutos… más allá de eso, se va perdiendo el interés hasta el aburrimiento, viendo que nada de todo aquello nos lleva a ninguna parte. El montaje provoca risas incómodas (¿considerémoslo una virtud?) y tiene una corta duración (60 minutos) por lo que no se llega a hacer insoportable. Esto no quita que su surrealismo sea caótico, banal, aleatorio y gratuito… como si nos encontráramos ante el borrador de un proyecto que todavía no ha empezado ni siquiera a coger forma. Carente de discurso, sorpresa, emoción, ritmo o virtuosismo visual, poca cosa se puede comentar de este show más allá de constatar que su idiosincrasia es bastante indescriptible.
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