Parece ser que un elemento característico de la nueva oleada de películas, series y obras de teatro en este principio de siglo es la mezcla de géneros. Sobre nuestros escenarios hemos podido disfrutar de textos firmados por Javier Daulte o Jordi Galceran, para citar sólo dos ejemplos, donde combinando diferentes registros narrativos se obtenían nuevos caminos que daban aire fresco a sus historias. De entrada, Coaching aparenta tener la intención de ser uno de estos productos mixtos que, con los mecanismos adecuados, dan muy buenos resultados. A medio camino entre el thriller político, la comedia de líos, la sátira social y la parodia, bien es verdad que el espectáculo acaba encontrando su debilidad en lo que tendría que ser su punto más atractivo. El autor y director Ángel Amazares lo intenta, y tiene diálogos bastante interesantes, pero, en definitiva, ni es bastante divertida como comedia, ni bastante excitante como intriga. Se agradece, por otro lado, la mala leche con que está planteada y la pretensión de desmontar ciertos mecanismos pudridos de la política del nuestra país. Aún así, en conjunto, el invento no acaba de funcionar ni resulta del todo creíble, a excepción de la excepcional Roser Batalla que demuestra, una vez más, la gran actriz que es.
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