Si eráis fans de “Vinagre”, la serie de sketches que produjo hace unos cuantos años TV3 y que protagonizaban Clara Segura y Bruno Oro, no hace falta que busquéis más, porque esta obra nos devuelve a aquella época dorada del humor avinagrado.
Divertida e ingeniosa, estos serían los principales objetivos de esta producción. A través del hilo conductor de una historia de amor peculiar y una distopía tecnológica, como es la desaparición de la cobertura a nivel mundial, esta obra nos marca un camino lleno de tropiezos y sorpresas protagonizadas por algunos de los personajes habituales de la comedia –que no desvelaré-. Personajes que solo verlos provocan una sonrisa basada en el recuerdo, que aumenta con la puesta en escena en esta realidad distópica que nos proponen.
La trama es una locura y este es el escenario ideal para los personajes creados por Bruno Oro y Alejo Levis. Es el hábitat natural de cada palabra extravagante puesta en boca de Oro y Segura. El único error que se le puede atribuir es que llega un punto del texto en que la historia que hace de hilo conductor y, por lo tanto, la obra, se alarga demasiado por culpa de la cantidad de gags y sketches que se acumulan por minuto. Algunos de estos momentos –por ejemplo, el segundo del taxista- son suprimibles y otros se hacen largos en sí mismos. Modificando estos dos aspectos, la historia se adecuaría más a aquello que se espera: una narración rápida, con ritmo, alegre y sin caer en la autocomplacencia. Y queda coja en este sentido.
No obstante, Clara Segura y Bruno Oro están soberbios en todo momento, con una especial atención a la transformación total de Segura en cada uno de los personajes que desarrolla, un talento que hemos disfrutado mucho en dramas, pero pocas veces en su vertiente cómica.
Es necesario decir que si una cosa tiene potente esta obra es su puesta en escena y su potencial visual, digna de una alfombra roja de los Oscars.
Un rato divertido y capacidad de obviar el ridículo, eso nos proponen y yo no he dudado en sumergirme.