De la idea de circo que teníamos en nuestro país en los años ochenta y noventa, con animales, vestuarios y maquillajes expresionistas y un aire algo oscuro y decadente, afortunadamente, poca cosa queda. Gracias, en gran parte, al Cirque du Soleil, las diferentes disciplinas pero, sobre todo, su propio concepto de espectáculo ha sabido reinventarse y brillar con una luz cada vez más poderosa y renovada. En su nuevo montaje, Totem, toman como excusa la evolución de la humanidad para desplegar algunas de sus mayores virtudes. Una vez más, ofrecen un espectáculo total, con un diseño visual deslumbrante, una elegancia muy acertada y una precisión técnica inigualable. El alto nivel de sus acróbatas, equilibristas, malabaristas y artistas de circo, en general, garantiza un entretenimiento de máxima calidad hecho, además, con un exquisito buen gusto por la puesta en escena. Quizás, en este caso, el leitmotiv escogido no mantiene una línea narrativa demasiado clara pero, en realidad, poco importa cuando los números presentan un poder de fascinación tan elevado. Mágica, emotiva, impresionante, sin lugar a dudas, se trata de una propuesta imprescindible de la que disfrutará con la misma ilusión cualquier espectador, independientemente de su edad.
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