Cuando me enteré de que “Cinco horas con Mario” se representaba en Madrid y que Lola Herrera se volvía a meter en la piel de su protagonista no esperé para conseguir mis entradas. Si no se puede disociar el papel de Chanquete al nombre de Antonio Ferrandis, el papel de Carmen Sotillo está irremediablemente ligado (y a Dios gracias) al nombre de (la gran) Lola Herrera.
“Cinco horas con Mario”, escrita por Miguel Delibes en 1966, es el reflejo de la sociedad de nuestros abuelos que bien podría servir en la mayoría de los aspectos para reflejar también nuestra época. Como pretexto para mostrarnos aquella realidad, nos encontramos con una mujer, Carmen, que vela a solas el cadáver de su difunto esposo. En la intimidad de sus últimas horas con él, Carmen desgrana los momentos de su matrimonio. Las anécdotas y los reproches van dando paso a las confesiones. Las diferencias entre su forma de pensar y la del fallecido nos muestran la realidad de las distintas Españas, la progresista y la conservadora que, pese a todo, no dejan de necesitarse y no pueden vivir la una sin la otra. Pues eso, muy actual.
Tras ver a Lola Herrera en “La velocidad del otoño”, “Seis clases de baile en seis semanas” y “En el estanque dorado”, sabía que en “Cinco horas con Mario” iba a ver una actuación de las buenas. Me quedaba corto. Egoístamente pienso que ojalá Lola Herrera no se retirara nunca.
A este monólogo sólo se le puede sacar una pega: 80 minutos se hacen escasos. Cuando algo es bueno, uno no quiere que acabe…