Una interpretación por la que no pasan los años

Cinco horas con Mario

Cinco horas con Mario
20/10/2019

Carmen vela, en su casa, el cadáver de su marido. Necesita pasar junto a Mario esas cinco horas. Una vida juntos. Reflexiones, pequeños, o no, reproches, reivindicaciones, algún ajuste de cuentas, retrato de un matrimonio, con su rutina, sus secretos no muy ocultos, su cariño, una gran incomunicación… Carmen, mujer de provincias, de misa los domingos y buscar la vanidad del piropo, encorsetada en la España de mitad de los ’60, aburrida, a ratos conservadora rancia, a ratos pidiendo libertad, reflejo de una apertura que aún no había llegado o sólo tímidamente.

Lola Herrera hace años hizo suyo el personaje, tanto que la extenuó su carga dramática, que con los años se ha aligerado y se ha ganado en toques de humor no estridentes. Quizás cuando empezó a interpretarlo, a los 40 años, el personaje era más interesante, con media vida por delante. Ha seguido encarnándolo, con un paréntesis de una década, hasta ahora, con 84 años. Algo ya no encaja, algún comentario suena poco creíble en boca de una mujer de 80 años pero es una delicia verla, con la naturalidad absoluta de su Carmen y es que asistimos a un recital de naturalidad, de fundirse con Carmen. Y cierto, el texto de Delibes suena desfasado si no se ve como crónica social de una época pasada, con cuestiones políticas, sociales, religiosas, familiares o sexuales que nos suenan muy lejanas, pero por la interpretación no pasan los años, y por eso, al finalizar, ovación en pie que es reconocimiento a una carrera pero también a un gran trabajo, que tiene el enorme mérito de parecer sencillo.

En resumen: la última, quizá, oportunidad de ver una representación y una interpretación que son historia del teatro español.

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