Unos cielos demasiado nublados

No se puede negar que Wajdi Mouawad escribe de fábula. Le gustan los argumentos tortuosos, los temas de gran profundidad, las palabras grandilocuentes y la poética como arma de destrucción. En todo esto es un maestro, y es justo decir que algunas de sus obras -como por ejemplo la fantástica Incendios– están ya entre las más importantes y más representadas de este principio de siglo. Tampoco se puede negar que La Perla 29, con Oriol Broggi al frente, le tiene la medida tomada y sabe muy bien como hacer efectivas las palabras del autor canadiense, de ascendencia libanesa. Por lo tanto, qué es lo que falla? Por qué da la sensación que le vemos el latón a todo el conjunto? Por qué las partes más emotivas y penetrantes parecen forzadas? Está Mouawad haciéndose un auto-homenaje en esta cuarta parte de la tetralogía La sang de les promeses?

Son preguntas difíciles de responder. Soy incapaz de emitir ningún juicio ante una obra tan inmensa y de un autor tan importante, pero pienso que quizás son esta ambición y esta desmedida las que hacen que Cels nos llegue deformada. Vemos más la forma que el contenido, puesto que el contenido es tan extenso y variado que se nos escapa. Otro de los peligros de la obra de Mouawad es caer en la pedantería, y así como en Incendios y a otros obras el argumento nos dejaba helados y nos desmontaba cualquier estridencia estilística, aquí las costuras están desprotegidas. Mezclar arte, belleza, terrorismo, islamismo, anarquismo, matemática, ciencia, espionaje, pérdida, destrucción y apocalipsis es una tarea inabarcable y muy delicada, incluso para un autor que sabe trabajar tan bien algunos de estos temas… por separado.

La puesta en escena de La Perla 29 es efectiva y está muy bien resuelta técnicamente. Los actores defienden bien la propuesta, pero en algún momento parecen devorados por un texto que quiere abarcar más de lo que puede. La duración de la obra, además, es excesiva… a pesar de que esta es otra de las características del autor.