Estamos delante de una producción de la Royal Opera House Covent Garden (Londres), La Monnaie (Bruselas), Opera Australia (Sídney) y The Göteborg Opera.
En el momento de levantar el telón, intuí que sería una Cavalleria distinta. Había desaparecido la Iglesia y no había una plaza donde se debería desarrollar la trama. Únicamente el sonido de las campanas y algunas frases revelaban que era un día de celebración religiosa. Un escenario giratorio consigue que cada escena sea diferente, se pueda ver desde otro ángulo y aparezcan bien diferenciados los espacios interior y exterior. Hay rincones donde un personaje puede esconderse sin que lo vean los demás. Damiano Michieletto ya conocido en el Liceu por la dirección escénica de Luisa Miller en la última temporada, nos ha sorprendido esta vez con esta puesta en escena tan original que no es transgresora ni irrespectuosa con el texto. La Cavalleria Rusticana y I Pagliacci siempre se representan juntas. Son dos óperas cortas que, por una clara similitud en el tiempo, la duración y el tema, todos los teatros del mundo las representan el mismo día. Por esto Michielletto las ha entrelazado haciendo que la una nos recuerde a la otra. Hay elementos comunes que enlazan una obra con la otra: el crucifijo y una virgen colocados en algún rincón de las dos óperas; el cartel anunciando la obra de Pagliacci durante la representación de la Cavalleria; el encuentro de Nedda y Silvio durante el interludio musical de la Cavalleria que demuestra el amor irrefrenable de dos personajes de Pagliacci; el abrazo de Santuzza y Mamma Lucia que lloran la muerte de Turiddu en el intermedio sinfónico de Pagliacci. Todo un acierto que nos ha hecho muy agradable esta gran tarde de ópera.
Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni y Pagliacci de Ruggero Leoncavallo inician a finales del siglo XIX una nueva forma de entender la ópera que va muy ligada al movimiento literario italiano y que se contagia a la ópera. Es el verismo, que rompe con la tradición romántica de todo el siglo y plantea temas reales. El medio social y los cambios económicos eliminan la libre elección y el entorno conduce a situaciones violentas. La realidad se impone hasta el punto que Pagliacci está basada en una historia real vinculada indirectamente al padre de Leoncavallo. El destino trágico e inevitable nos lo muestra ya al principio de la Cavalleria el cadáver de Turiddu que nos prepara para la tensión dramática que se desarrollará más tarde. Es otra de las interpretaciones del verismo que hace Michielletto a quien acompaña en la escenografía y vestuario Paolo Fantin.
No puedo dejar de lado las voces solistas. Yo pensaba tener la suerte de poder volver a escuchar a Roberto Alagna después de tanto tiempo sin su presencia en el Liceu pero las programaciones de los abonos hacen que tengamos sorpresas, a veces agradables como ésta. Me ha dado la oportunidad de conocer a dos grandes tenores: Teodor Ilincai como Turiddu y Fabio Sartori como Canio. También tenía ganas de volver a escuchar a Àngel Ódena. Es un barítono excelente que seguramente habrá bordado el papel de Alfio y Tonio en los otros repartos. Gabriele Vivani en lugar de Ódena ha sabido dar el punto de drama que necesitan las dos piezas.
La dirección musical de Henrik Nánási lleva a la orquesta a una gran interpretación dramática y, como siempre, los coros de Conxita Garcia y las voces del Cor Infantil Amics de la Unió dirigidos por Josep Vila y Jover consiguen con las dos óperas una gran interpretación de la tragedia verista.