Hay actrices que actúan -algunas lo hacen realmente bien- pero hay otras que además de actuar arrasan con todo lo que hay a su alrededor justo pisan el escenario. Ya pueden estar quietas o moviéndose, ya pueden estar hablando o aguantando una mirada en silencio. Pueden ser menudas, físicamente insignificantes, pero cuando hacen un gesto nada puede ser más importante a kilómetros a la redonda. Son casi divinas y aprovechan todas sus armas, algunas tan antiguas como el mismo teatro. De estas actrices hay pocas, pero Carmen Machi es una de ellas.
Podemos asegurar, además, que este monólogo reivindicativo del personaje de Helena le va como anillo al dedo. A priori, uno podría pensar que físicamente no es la actriz más adecuada para interpretarlo, pero cuando acaba la función nadie se atrevería a cambiarla por otra. Machi utiliza las sabias y acertadas palabras de Miguel del Arco para dar luz a un personaje que nunca ha tenido muy buena prensa. A partir de un relato en el que van apareciendo abusos sexuales, maltratos e incluso hijos robados, se nos presenta como víctima un personaje que fue acusado de todo el contrario.
La dirección de Miguel del Arco es sólida y elegante. A diferencia otros monólogos vistos recientemente, en los que se obliga a la actriz o al actor a acompañar el texto con gestos inútiles, aquí la acción se limita a una borrachera que va aumentando de grado ante nuestros ojos. Espléndida iluminación (Juanjo Llorens), un buen espacio sonoro (Sandra Vicente) y una escenografía justa pero efectiva. Resumiendo, un envoltorio perfecto para una actriz que necesita muy poco para brillar encima de un escenario.