Después de La jaula de las locas y La tienda de los Horrores, los directores todoterreno Àngel Llàcer, Manu Guix y la coreógrafa Miriam Benedyted se embarcan con la productora Nostromo Live en una nueva aventura escénica con una adaptación original (importante esto, no es una franquícia) del mítico musical Singin’ in the rain de 1983, que a su vez se basa en la película de 1953. La comedia es conocidísima, y como buen clásico forma parte del imaginario popular de mayores y jóvenes. Esto hacía partir de un lugar complicado al equipo creativo… ¿Cómo se puede mejorar el recuerdo de las escenas icónicas como el baile de Gene Kelly bajo la lluvia, la coreografía de claqué del Good Morning, la plasticidad física y el stapstick de Donald O’Connor o una brillante Debbie Reynolds saliendo de una tarta vestida de corista? La respuesta la tienes en el Tívoli.
Cantando bajo la lluvia nos sitúa en los años veinte, momento en que la aparición del cine sonoro da la vuelta por completo a toda la industria cinematográfica. La historia de amor entre el famoso galan del cine mudo, Don Lockwood (Ivan Labanda) y la joven aspirante a actriz, la talentosa Kathy Selden (Diana Roig), nos conducirá por una era de oportunidades para unos, pero crepuscular para todas las artistas que no se pueden adaptar a la novedad, como es el caso de la diva de voz horrible Lina Lamont (Mireia Portas).
Llàcer, Guix y Benedyted sacan todo el jugo al montaje y lo convierten en una de las propuestas imprescindibles de la temporada. Con un ritmo vertiginoso, coreografías que aprovechan todo el potencial escénico y un enorme sentido del humor –gañán, a veces–, suplen un texto que acusa el paso del tiempo (los protagonistas se marcan algunas ‘red flags’ flagrantes). Cantando es una lluvia de talento y know-how. La pareja Lavanda-Roig enamora con su solvencia, simpatía y voces increíbles. A Cosmo Brown, el fiel amigo del protagonista, lo interpreta un glorioso Ricky Mata, que roba planos con su carisma y capacidad para hacer divertida cualquier anécdota… Y Mireia Portas es la estrella absoluta del montaje. Si bien tiene uno de los personajes más castigados por el guión, hace querer a la envidiosa y arisca Lina Lamont y convierte una canción menor como ‘What’s wrong with me?’ en uno de los grandes momentos del espectáculo. Y la clase de dicción en platea («no pué-do acetalo») hará que sonrías días después de ver el musical. Simplemente magistral.
Hay que hacer mención a la espectacular escenografía de Enric Planas, que explota todos los elementos –físicos y audiovisuales– para hacernos viajar a los años veinte del neón, el arte decó y la era dorada del cine mudo. Y sí, llueve en escena. Agua de verdad, en serio. Hurras y bravos en la platea cuando Ivan Labanda, entre farolas y paraguas, entona ‘come on with the rain’ y cae la del pulpo en escena. Qué ilusión ver que Cantando bajo la lluvia no da gato por liebre. Hacen gasto, son exigentes en la factura y nos acercan algo más a los musicales internacionales. Bravo.
¡No la deje pasar!