Primera obra del ciclo Dóna’m veu (Dona amb veu) del que ya tenía apuntadas un par de propuestas. Cándida la había ido dejando de lado, hasta que una espectadora de lujo me la recomendó vivamente. Una obra que, creía, versaba sobre los hongos vaginales que sufren muchas mujeres; me daba miedo que no me interesase lo más mínimo (lo confieso) o que fuese un monólogo cutrecómico pero la Sala Fènix no se presta a eso, así que era todo un misterio. Y para allí que fui .
Cándida es más de lo que esperaba, lógico. Sí, se habla de la candidiasis y resulta que en algún momento de sus vidas lo sufre un 75% de mujeres y a mí me sonaba a chino!. Uno de esos males silenciados. Pero hay más.
Anna Tamayo se abre y nos explica-transmite-vive los picores, la angustia, años de sufrir, la vergüenza sin motivo, los mil remedios caseros, el buscar segundas y terceras opiniones, la incomprensión de médicos, los charlatanes curalotodo… También la otra candidez, la Anna niña, historias de hijas, madres y abuelas, recuerdos de una época feliz e ingenua… Esta parte de autoficción (mi género literario favorito últimamente) me encantó. Hay ternura (ese abuelo!), humor, personajes muy bien perfilados con sólo un trazo, sinceridad, dolor… También se tocan otras disciplinas y varios registros con los que me costó algo más conectar, cierto, sobre todo al inicio.
Y uno piensa, si lo que se quería es dar voz al sufrimiento callado, objetivo conseguido. Si, además, como es el caso, se hace con ternura, sonrisas, y nos hace reflexionar/concienciar sobre roles tradicionales, pues mejor..