El humor es un misterio que muchos pensadores como Aristóteles, Bergson o Freud han querido desentrañar con mayor o menor acierto a lo largo de los siglos. Desgraciadamente para ellos, resulta muy complicado explicar los verdaderos mecanismos de lo que nos hace reír y el porqué. En realidad, la comicidad más pura, por su inmediatez, no demanda reflexiones muy intelectuales sino que, más bien, es una experiencia que suele explicarse por sí misma. Un poco en la línea de esta filosofía, Brujas es un espectáculo honestamente construido desde la espontaneidad, la naturalidad y una intuición casi ingenua que, a la vez, es sublime. El nuevo espectáculo de Lolita Corina, compañía reconocida gracias al éxito de su anterior trabajo Las Gallegas, es una muy divertida parodia del género de terror con todos los elementos paranormales que cabe esperar: fantasmas, predicciones, magia negra, posesiones, etcétera. Las dos fantásticas actrices, Lola González y Coral Ros, llenan el escenario de carisma y simpatía con su personal registro interpretativo en la frontera entre el teatro cómico y el clown (que hacen que parezca sencillo, pero no es nada fácil de equilibrar). Tanto estética (el look de Lola González es impagable) como narrativamente, la obra es un producto muy cuidado y esto transmite una saludable estima hacia la propuesta. El director Álex Navarro es, en gran parte, el responsable de que la estructura de la historia sea tan redonda, tenga la duración adecuada y de los detonantes que la hacen funcionar como es debido. Cabe decir que todo esto no deja de ser un juguete entrañable, una joya en bruto sin más pretensión que divertir y que, tal vez si se acabara de pulir, perdería parte de su encanto. Su imperfección, pues, es también una de sus virtudes. Porque es este perfume de imprecisión lo que deja espacio, entre otras cosas, a la interacción con el público, por cierto, pocas veces tan bien justificada.
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