Bodas de sangre es uno de aquellos textos mágicos que solo Lorca sabía hacer, pero lo que encontré en la Biblioteca no me consiguió transmitir toda la grandeza y la fuerza de esta tragedia.
Por un lado, me costó mucho conectar con la historia de unos personajes muy jóvenes (22 años, dice el texto) interpretados por actores de mucha más edad. A pesar de su buen trabajo, el resultado era demasiado cerebral, demasiado maduro, demasiado adulto, cuando la historia que tenemos es totalmente visceral, pasional y enloquecida.
Del otro, la puesta en escena la encontré bonita pero absolutamente fría. Escenario desnudo, los intérpretes siempre lejos, los tempos (y la cadencia del texto) excesivamente estirados y, de contrapunto, una música que a ratos resultaba repetitiva y fuera de lugar.
Por último, un caballo que quiere ser fuerza, libertad y arrebato, pero que no es más que un animal dócil y domesticado que, en algunas escenas, incluso sobra.
En resumen, un montaje irregular, con momentos de gran belleza, pero que no emociona, no pone la carne de gallina ni empaña los ojos, y solo vuelve a poner de manifiesto el deseo de Broggi de destacar siempre por encima del texto.