Producida por el Centre de les Arte Lliures, esta pieza multi-escenas que se presenta simultáneamente en el Tantarantana está dirigida por Roberto Romei. Ambas representaciones tienen en común la traductora (Helena Tornero), los profesionales de la escenografía (Roger Orra), del diseño luz (Jordi Baldó), de la fotografía (Roser Blanch), del diseño gráfico y vídeo (Carme Gomila y Marc Homar), y del diseño de sonido (Gerard Marsal Norte).
Ya habíamos visto la versión [Blank] jóvenes y sigo afirmando que es una excelente idea la de Alice Birch de escribir escenas y dar libertad a las direcciones para montarlas a su gusto. Y también felicito a las dos salas por hacer simultáneamente escenas que tienen algún tipo de vínculo. En algunas es la misma escena en forma de espejo por esto creo que es muy interesante ver ambas piezas.
Alice Birch es valiente, atrevida, descarada. A pesar de su juventud, demuestra una gran madurez mental y artística. Birch da la vuelta al orden natural de las cosas, desgarra, lo desgaja todo para dejarte sin aliento. La dirección en este caso de Roberto Romei ha sabido dar toda la fuerza dramática que requiere cada situación. Los intérpretes, Elena Fortuny, Laura López, Francesca Vadell y Dani Arrebola están todos a la altura del texto cosa que no es nada fácil.
Todos son historias de relaciones familiares rotas o que nunca se han llegado a tejer, de hijos e hijas perdidos, no recuperados o que han acabado con muertes violentas. Son escenas muy descarnadas en las que se habla de la pérdida, de la muerte, del silencio, del miedo. No hay lugar para la ternura ni manifestaciones sanas de amor pero sí mucha culpa, muchas ganas de redimirla y una gran cantidad de tristeza y desesperanza. Son temas universales, pero la dramaturga ha sabido demostrar su dominio del tiempo, de la ironía y de la sorpresa.
Son historias que no están alejadas de algunas realidades pero una detrás de otra y todas juntas son difíciles de digerir emocionalmente pero desde el punto de vista teatral, son una maravilla.