Un vehículo todo terreno

Billy Elliot. El musical

Billy Elliot. El musical
18/10/2021

El año 2000 Stephen Daldry dirigió Billy Elliot, una película que tuvo un éxito inmediato y que con los años se convertiría en el referente de toda una generación. El niño que quería hacer ballet en la Inglaterra minera de la época Thatcher anticipaba un siglo en el que la lucha contra los estereotipos ganaría peso y fuerza. Todavía hoy nos emociona ver la lucha de Billy para conseguir bailar por encima de prejuicios, machismos ridículos, etc. Y también nos alegramos por el descubrimiento de la homosexualidad por parte de su amigo Michael, un aspecto que en la obra teatral se trata de una forma mucho más clara que en la película.

El musical que crearon Elton John y Lee Hall profundiza en algunos aspectos como el ya citado, pero no deja de lado los motores que sostenían el film: las clases de ballet del protagonista y las tensiones provocadas por la huelga de mineros de 1984. De hecho, la historia transita todo el rato entre el drama y la comedia, consiguiendo escenas de gran impacto emocional y dejando en el fondo un regusto un poco amargo. Es evidente que Billy, como todos sabemos, consigue su objetivo… pero estamos en los ochenta y todavía quedaba mucho camino por recorrer, sobre todo en una sociedad como la británica que todavía tardaría mucho en levantar cabeza.

El espectáculo musical que podemos ver ahora en el Victoria, aparte de una trama firme y bien trabada, ofrece una partitura muy inspirada y un trabajo escenográfico que no repara en gastos. Tenemos varios decorados que cambian rápidamente (el club donde se hace boxeo y ballet, la casa de los protagonistas, la habitación de Michael, el teatro donde se hacen las pruebas de acceso, etc.) y todavía queda lugar para escenas donde la imaginación y la fantasía dan paso a la magia de los musicales. Un vehículo de primera que hay que pilotar muy bien para llegar a buen puerto. En este sentido, hay que decir que los pilotos son muchos y variados, teniendo en cuenta los dobles repartos habituales en el género pero añadiendo el tema de los actores y actrices infantiles, que quintuplican las posibilidades de cambio. Los chicos y chicas que pude ver hicieron un muy buen trabajo, cargado de grandes dificultades, como en el caso del Billy. Pero me sorprendió que las interpretaciones adultas fueran tan irregulares, y en algunos casos tan castizas. Un hecho que me sacó, en más de un momento, del pueblo minero que se quiere representar.

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