El color blanco como signo de bienestar es el escenario de esta obra que nos lleva al mundo ideal al que todo el mundo aspira. Para llegar a él debes atravesar muchas dificultades en las que puedes perder la vida. Una vez allí, no puedes salir a menos que te arriesgues a pasar por los mismos peligros. Es el mundo de las desigualdades, es la historia de la inmigración masiva, es el cuento de nunca acabar, es Caronte que nos lleva al infierno. El trabajo escenográfico y el vestuario de Sergi Cerdan es magnífico y consigue transmitir la soledad del que ha conseguido llegar a conseguir la felicidad que para muchos es sencillamente vivir para sobrevivir. Las diferentes vivencias sobre una misma situación llevan a un debate distinto, a la frustración y al drama.
La autoría de Maite Bassa, Elisenda Ribó, Roger Ribó, Blanca Solé, Miquel Tamarit y Clara Sáez nos muestra el trabajo coral por detrás del cual se vislumbran muchas horas de pensamientos, lluvias de ideas para llegar a un producto final que culmina en un trabajo posiblemente demasiado ambicioso, pero a la vez, fácil y sencillo.
Lo que seguramente era una denuncia sobre la inmigración descontrolada y cruel acaba siendo un deseo de cambiar el mundo actual. Los buitres que significan los peligros de la travesía se acaban convirtiendo en los buitres del capitalismo. Es el peligro de la autoría colegiada y respetuosa con la opinión de todos. La dirección y dramaturgia de Roger Ribó consigue, sin embargo, llevarnos a reflexionar sobre un debate actual que no nos puede dejar indiferentes.
La composición musical de Clara Sáez recalca de manera clara los distintos leit motiv de la obra y el violoncello acompaña el buen trabajo interpretativo de Blanca Solé y Miquel Tamarit. Encuentro a faltar algún otro momento musical como el del abrazo de los dos protagonistas. Para ello, haría falta un trabajo vocal profundo e introducir las tres voces.
Gracias al Festival Grec y a la Sala Badabadoc hemos podido presenciar esta pieza sobre una temática actual y sobrecogedora.
