Baró d’Evel nos había deleitado hasta ahora con unos espectáculos de espíritu naif y de estética preciosista y aplastantemente poética. Con este último montaje, coproducido internacionalmente y estrenado ya en festivales como el de Aviñón o el Grec, va un paso más allá y nos presenta una furiosa y catártica performance que empieza como denuncia climática y acaba con un poderoso a alegato antifascista. Una obra que comienza un tríptico sobre la identidad de cada uno de nosotros en medio de un mundo convulso y enloquecido. Una pieza que a pesar de no ser redonda tiene momentos que abruman, animan e incluso ponen la carne de gallina.
Los recursos utilizados por el grupo son un poco los de siempre, pero seguramente amplificados y reforzados. Tenemos circo, música y danza, pero también clown y teatro de objetos. Esta vez los vemos trabajar con arcilla, una metáfora de aquello que es terrenal y de medida humana en vez de todo aquello que se escapa a nuestro control. A partir de aquí, un juego continuo con los elementos escenográficos, que tanto simulan una montaña como un mar feroz. Un mar que escupe personas y plásticos en una especie de mensaje apocalíptico que aterra.
Es cierto que hay escenas que se alargan en exceso, que hay cierta repetición de los mensajes centrales y que la segunda parte parece un poco errática y poco decidida a la hora de poner punto y final. De todas formas, no se puede obviar que a pesar de pequeñas imprecisiones Qui som? convence por su poder emocional y por la manera que tiene el grupo de comunicarse con el público.