Los prejuicios que se pueden tener ante las diferentes disciplinas escénicas, algunas veces, impiden que ciertos espectadores puedan imaginar las maravillas que se pueden llegar a construir desde ellas. El caso de Baró d’Evel la belleza sublime de su Là es un buen ejemplo que demuestra las posibilidades infinitas que ofrece un espacio escénico cuando detrás hay talento, sensibilidad e inteligencia. El espectáculo transita las diferentes técnicas circenses como la acrobacia, el clown, cuerdas aéreas o el uso de animales como, en este caso, un cuervo. Jugando con un elegante blanco y negro y un minimalismo narrativo, se construye un fascinante universo onírico donde la poética, la comicidad, la tragedia y la alegoría existencial se dan la mano de manera mágica. Con una fuerza visual apabullante, una complicidad magnética entre los intérpretes (Camille Decourtye y Blaï Mateu Trias) y un indescriptible encanto, definitivamente, estamos ante una propuesta que llega al alma.
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