Un tipo de espectáculo muy presente en la escena barcelonesa: musical llamado de “pequeño formato” (etiqueta discutible), habitualmente de creación propia, con pocos intérpretes, música en directo y mínima y multifuncional escenografía. Propuestas que a los amantes del género nos ha dado muchas alegrías y descubrimientos y que compensan, quizá, la falta de grandes musicales en la escena catalana, tan habituales en Madrid.
Una gran ciudad, vidas ajetreadas, corriendo de aquí para allá, a veces sin saber para qué ni hacia dónde. Cuatro personajes, típicos que no estereotipos: el adicto al trabajo, el simpático optimista, la pija que cree no serlo y la aspirante a creadora con historia sentimental por superar.
El reparto coral funciona muy bien, se compenetran, cada uno tiene sus momentos de protagonismo y brillan por igual.
Historias de la epopeya de independizarse, acceder a una vivienda, superar miedos, conformarse con relaciones, vidas y entornos que no nos llenan aunque nos engañamos al respecto, ilusiones que se siguen y abandonan… A ver quién es el guapo que de alguna manera no tiene algo en común con ellos. Empatizas desde el inicio y sigues sus interacciones, algunas más previsibles que otras, tiernas que no blandas y, mérito, profundas y que te permiten reflexionar sobre ti mismo si miras tus últimas 24h. Todo con un aire optimista, muy acertada dirección de Marc Flynn (El despertar de la primavera) y Dídac Flores (Desde mi ventana), -tan jóvenes como experimentados en el musical-, mucho, mucho humor y música fresca, original y que entra sin estridencias. Y un mensaje tremendamente válido, abrámonos a quienes nos rodean; quizás nos hagan parar la vorágine en que nos hemos metido y, como decía Hesse, nos cojan de la mano y nos obliguen a ser felices.
Lo mejor: la falta de pretenciosidad que no oculta que calidad de la propuesta.
Lo menos mejor: los finales taaan felices…