Bangkok promete una dura crítica al sistema pero, al final, no pasa de una mera pataleta. Con una premisa más que interesante (la, tan española, cultura del despilfarro en obras públicas) acabamos asistiendo a un interminable i circular diálogo que recurre constantemente a lugares comunes e ideas maniqueas sobre la situación y los problemas actuales.
Dos actores entregados y una escenografia que dificulta la visión del público completan un espectáculo del que, francamente, esperaba muchísimo más.