Un bar de toda la vida reconvertido ahora en un bar de «chinos», cuatro amigos que hablan sin cesar de temas aparentemente intrascendentes, un póster, un parque nacional chino, una película y una especie de fantasma que lleva impermeable azul y que sólo habla en inglés. Estas son las premisas de Bailong, el primero de los espectáculos que se presenta dentro del ciclo DespertaLAB, organizado por Sala Atrium y Nau Ivanow. El objetivo es apoyar a la creación teatral más activa y emergente, sobre todo a la de creadores que buscan nuevas formas escénicas y dramatúrgicas. Bien es verdad que Bailong tiene una parte experimental que convive con formas teatrales más ortodoxas, incluso enmarcadas en un decorado corpóreo y muy realista, pero el resultado es frío, confuso y forzadamente estrambótico. Creo que la experimentación y la investigación de nuevas fórmulas creativas son absolutamente necesarias, y en este sentido aplaudo la iniciativa del ciclo, a pesar de que también hay que reconocer que los resultados muchas veces no son los esperados. Sea como fuere, todavía quedan dos oportunidades más con La pista y Les estrabades d’una pinta trencada, hasta mitad de julio en Atrium.
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