Este montaje promete lo que te da. Una escenografía espectacular, tal y como lo describió Agatha Christie, nos transporta (y nunca mejor dicho) a aquel majestuoso tren. El vestuario también contribuye de forma efectiva tanto a la ambientación en los años 30 como a la caracterización de los personajes. Pero más allá del virtuosismo técnico y despliegue de presupuesto, la obra se sostiene sobre la actuación de su amplio elenco.
Un total de 10 intérpretes ponen cuerpo y voz a los personajes que la escritora imaginó. Eduard Farelo encabeza el reparto en el papel del excéntrico detective belga, Poirot. De todos modos, el foco está bien repartido entre todos los personajes. Todas las interpretaciones son remarcables, aunque, desgraciadamente, el uso de acentos un tanto forzados puede desconectarte de la trama y recordarte que estás asistiendo a una representación. Es cierto que la trama justifica esta arca de Noé lingüística, pero su ejecución en la escena llega a desmerecer algunas interpretaciones.
Además, el tono cómico prevalece por encima del thriller, que viene mejor servido por el texto que por la puesta en escena. En definitiva, un gran montaje para los amantes del despliegue escénico, de las obras corales y evidentemente de la eterna Agatha Christie.