Me ha costado empezar a escribir sobre Àngels a Amèrica, entré dentro de un mundo del cual me está costando salir. Y es que la Kompanyia Lliure tiene un talento y una presencia escénica que atrapa.
Se nos presenta uno de los textos más emblemáticos y apasionantes del siglo XX de forma innovadora, fresca y muy atrevida de la mano de David Selvas en formado díptico.
Todo el conjunto forma una catarsis teatral de lujo, cuatro horas intensas de gozo escénico. Esto, si puedes ver las dos partes seguidas, pero en mi caso fueron separadas y sentí lo siguiente.
La primera parte es una presentación de la situación y de los personajes. Una historia cruda, fría y dura que te llega a transmitir verdadero miedo por la intensidad de los hechos que se están narrando, favorecido por el uso de los recursos escenográficos utilizados magistralmente, como el audiovisual, los humos y la iluminación.
No negaré que esta primera parte de S’acosta el mil·leni me dejó con mal sabor de boca por el nudo en el estómago que me creó, cosa que me apasiona haber llegado a sentir gracias al teatro. Y es que conectas tanto con la situación de los personajes que lo pasas tú mal sintiendo su dolor. Así, con la intriga de resolver este nudo y ver el desenlace, deseaba ver el Perestroika, y fue la guinda del pastel de este fascinante montaje.
Perestroika, la segunda parte, es la catarsis. Viajamos al cielo, a la cabeza de Prior, bailamos Queen, volamos con los ángeles y sufrimos de primera mano la catástrofe del Sida. Àngels a Amèrica es un texto digno de degustar, se tiene que vivir, y esta apuesta del Teatre Lliure es excepcional. Los monólogos finales que hacen Júlia Truyol y Joan Amargós son bellísimos y unos de los momentos que más he disfrutado dentro de un teatro, y es esto, como dice Prior «El món només pot anar cap endevant», y espero que esta Kompanyia nos siga fascinando dentro o fuera del Lliure.
¡Léela también en mi Grito Pelao!