Comedia edulcorada

Amores minúsculos

Amores minúsculos
08/03/2016

La comedia romántica, un género muy agradecido por el gran público tiene, no obstante, una tradición más cinematográfica que no teatral. Esta tendencia, sin embargo, podría estar cambiando si tenemos en cuenta el éxito de espectáculos recientes como Smiley o Losers que usaban las constantes más identificables de este tipo de historias en favor de una muy saludable comercialidad. Amores minúsculos tiene la principal virtud de transmitir positividad y buen rollo a través de las vidas de unos personajes cercanos a la treintena. Sorprende este espíritu vitalista (y se agradece), precisamente, tratándose del retrato de una generación que se siente maltratada por la falta de oportunidades como consecuencia de la crisis económica. Por una vez en mucho tiempo, los protagonistas son un vehículo para transmitir la alegría de vivir y de ser joven, saber divertirse y estar abierto a enamorarse, lejos del más habitual (y comprensible) derrotismo. Comparte un tono urbano y muy contemporáneo con productos como el musical Guapos & Pobres, pero sin canciones y con problemas similares a los que tenía aquella traslación teatral de una novela de Alfredo Ruiz. Adaptada para los escenarios partiendo de un cómic, en este caso, el montaje propone muchas tramas pero ninguna de ellas acaba de desarrollarse de forma satisfactoria. Por momentos, se echa de menos más acción, enredos y situaciones divertidas y le sobran monólogos explicativos. Aparte de esto y un cierto tono edulcorado (suponemos que inevitable), la obra resulta entretenida, amable y simpática, especialmente, gracias al buen trabajo interpretativo de Adela Silvestre y Joan Sureda.

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