Había una vez, en un pueblecito de los montes del Tirol, una pareja tradicional que vivía siguiendo las convenciones moderadas del nacionalismo conservador. Todos los días, Fritz se armaba con su maleta de funcionario para sacar adelante a su patria y a su familia, mientras Greta cumplía sus obligaciones de esposa entregada a la limpieza y el hogar. La pareja vivía en plena armonía gracias a la comunión cotidiana por la que cada miembro cumple con su deber y posición. Incluso vestían, de puertas a fuera, una impoluta y sonriente máscara para enseñar al mundo cuan perfecta era su vida. Sin embargo, un fatídico día la modélica relación se vio truncada por aquella que la RAE aún define como miembro del sexo débil. El objeto de la discordia no fue una manzana sino un detergente comprado en el mercado cosmopolita, nido de culturas y diferencias raciales. Desde aquél día nada volvió a ser lo mismo… O sí.
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