Probablemente, J.B. Priestley es uno de esos autores a quienes el público catalán tiene en alta estima, a pesar de que, quizás, solo conoce un par de sus obras, gracias al teatro amateur o al recuerdo de montajes bastante aplaudidos en su momento. Por suerte, Sergi Belbel nos demuestra con Això ja ho he viscut que hay vida más allá de El temps i els Conway y Truca un inspector.
Con una cuidadosa dirección, Belbel nos introduce en un fascinante universo donde la idea del destino, la concepción del tiempo y el déjà vu juegan un papel primordial. La pieza remite a la peculiaridad sensorial de David Lynch, el misterio de una novela de Agatha Christie (donde el crimen, en este caso, todavía no se ha cometido) o el suspense de una tensión sentimental tan habitual en el cine de Hitchcock. Grandes nombres donde Belbel se apoya para dar una mirada actual a un texto de principios del siglo XX. Por un lado, sorprende gratamente que una obra escrita en 1937 utilice recursos habituales de la ciencia ficción contemporánea. Por otro, sin embargo, es evidente que los ritmos narrativos han cambiado mucho. Ahora, asumimos una elevada cantidad de información a gran velocidad y conocemos bien las reglas del género. En este sentido, nos puede parecer que el espectáculo avanza de forma innecesariamente pausada, cosa que puede impacientar al espectador.
En cualquier caso, el clima inquietante de la puesta en escena (efectismos incluidos) es poderoso y consigue atrapar, poco a poco, al público en una dinámica que camina lentamente pero sabe muy bien hacia donde lo hace. El grupo de actores consigue un buen puñado de notables interpretaciones, especialmente, la de Lluís Soler. Quizás lo más inestable de todo es un tono que, a veces, hace reír donde parecería que no toca. En este sentido, si nos lo tomamos como un entretenimiento, puede llegar a resultar deliciosa. Contrariamente, si le buscamos la profundidad dramática que, potencialmente, tiene, quizás no acabará de convencernos del todo.