Roberto G. Alonso está a punto de llegar a los treinta años de carrera artística, y por el camino ha hecho casi de todo: coreógrafo, bailarín, director teatral, actor… Lo hemos visto con su compañía propia, que todavía sigue en activo, pero también a las órdenes de gente como Xavier Albertí o Josep Maria Portavella. Durante estos años ha ido evolucionando hacia el género del cabaré, donde parece sentirse muy cómodo. Al menos así lo atestigua su faceta detrás del Cabaret 13 o el magnífico Laberint Streaptease, que se pudo ver hace unas temporadas en el Espai Brossa. Su último montaje va en la misma línea, a pesar de que esta vez dirige a un grupo de alumnos y exalumnos de la Escuela Eòlia que se han organizado bajo el nombre de Puro Trámite. Se nota que ha habido un proceso de investigación y de trabajo en grupo, sobre todo a la hora de buscar los temas que habitan el espectáculo, y que no son otros que el feminismo, el género, el heteropatriarcado, etc. Es decir, los temas que podemos encontrar en muchos de los montajes actuales de la cartelera.
La línea estética sigue los últimos trabajos de Alonso, con pocos elementos escénicos, mucha lencería negra y el desnudo como elemento catalizador, más que erótico. Aun así, la principal diferencia viene a partir del texto, aquí mucho más importante y significativo… casi emparentado con el cabaré literario de los setenta y ochenta. Para mi gusto, creo que los textos escogidos resultan demasiado crípticos, o quizás no demasiado bien explicados. Una pequeña traba que, a pesar de todo, no enturbia la parte reivindicativa de un montaje donde la música en directo y el entusiasmo de los nueve intérpretes acaban resultando decisivos.