Afanes infructuosos que no despiertan interés

Afanys d'amor perduts

Afanys d’amor perduts
18/02/2019

Creo que fue Einstein quien definió la locura como repetir el mismo acto esperando consecuencias distintas. Pues eso me pasa a mí con las comedias de Shakespeare: Me emociono cuando las anuncian, corro a comprar la entrada, leo el texto poco antes del día de la representación, me parece que son todas iguales, asisto a la obra y me aburro. Y a esperar la siguiente. Creo que, a diferencia de las tragedias, no han envejecido bien, los recursos de disfraces, barbas y acentos ya no resultan especialmente graciosos, los enredos no tienen mucho empaque y sólo funcionan (y muy bien) con registros exagerados, de farsa como Parking Shakespeare o el Somni d’una nit d’estiu de Els Pirates.

No han sido una excepción estos Afanys d’amor perduts, donde me aburrí soberanamente. Larga, larguísima, con algún elemento contemporáneo que no entendí su porqué (proyección de Méliès, patinete, gramófono…), monótono ritmo que no levantan las carreras de los intérpretes en sus entradas y salidas y respeto absoluto, eso sí, al original. Y aquí está lo mejor del montaje: la adaptación del texto ha sido cuidadísima y disfrutamos de un lenguaje preciso, culto, riquísimo, de una preciosa cadencia (mérito de la adaptación y traducción) y repleto de frases que piden mármol y son atemporales y exactas descripciones del sentir y comportamiento humano.

En este caso, además, el texto se ve embellecido por una perfecta dicción, que no es habitual.

La trama: 3 nobles deciden recluirse durante 3 años para dedicarse al intelecto y rehuir cualquier contacto con el sexo femenino. Simultáneamente, llegan al reino una princesa y su corte de 3 damas; es obvio cómo acabará todo. El problema es que el toma y daca dialéctico se hace repetitivo y la trama secundaria, con unos graciosos noble ridículo, bufón y campesina, queda diluida. Lo cierto es que la trama es ligera (se considera que fue la primera obra de Shakespeare) y el reparto no puede hacer mucho para levantar el interés.

Lo mejor: el cromatismo de la puesta en escena (iluminación, vestuario…).

La anécdota: sólo se conservan 14 palabras manuscritas del autor: 7 firmas y ninguna reza exactamente William Shakespeare.

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